Los Felipes o el Clan del Ridículo

El clan del rídiculo1Muy mal deben andar los sondeos de la Casa Real para que se hayan montado el show del “te quito el título de duquesa” entre el Rey Felipe y la Infanta, su hermana. Cabe pensar que es un acto reflejo ante los resultados de las recientes elecciones: no es preciso un sondeo, viendo los resultados del Podemos y el resto de la izquierda, que en este país hay cada día menos monárquicos. No debe quedar ni uno en la izquierda (incluidos los votantes del Psoe, no sus líderes) y en la derecha liberal ya se sabe que la cosa va dividida si se habla del mantenimiento de la monarquía. Los esfuerzos de los medios, tanto en el plasma que señorea los salones y comedores de los hogares españoles como en las cuatro malas letras de los periodistas de la casta (desde El País al ABC), para disimular el desprestigio de la monarquía y la, cada día, mayor desafección de los españoles por la monarquía de los Borbones, palidecen ante los resultados electorales, única encuesta que uno se puede tomar medio en serio en este país de trileros. En definitiva, la realidad es que los republicanos son mayoría y que si se dejase votar al pueblo, con libertad, sin amenazas y con campaña electoral limpia, sobre si quieren que la familia de los Borbones siga rigiendo nuestras vidas al módico coste económico conocido de 8 millones anuales y al coste ético y moral de asumir que hay un español que está por encima de la ley y de todos los demás, el resultado de la votación sería NO. Los españoles son mayoritariamente republicanos. Aunque sean republicanos amordazados, a quienes ni se abre la puerta en los mass media oligárquicos, tanto todas las TV’s -públicas o privadas, tanto da- como en la prensa nacional y sus grandes grupos de presión.
Pero volvamos al paripé de estos días. ¡Vaya culebrón nos están montando! Ahora resulta que la Infantita dice que no la han echado, si no que es ella la que, muy dignamente, se ha ido. Y exhibe una carta de renuncia anterior a la decisión real. Parece que anda a la greña el Felipin con su hermana. ¿Es eso creíble? Pues más parece una táctica publicitaria que nos cuenta un relato para que quede claro que el Rey Felipe se lleva fatal con su hermana. Y, como su hermana es la imagen de la Corrupción, la respuesta que se busca en el espectador -todos nosotros- es que el Rey anda a la greña con la Corrupción y ésta se resiste marrulleramente enseñando la privada correspondencia. Un relato, poco más. Poco o nada creíble: estos tíos no dejan cabos sueltos; al menos no tan gruesos como cartas manuscritas que se puedan exhibir públicamente. No, la cartita y la “rebelión” de la infantita ya estaban en el guión, no lo duden ustedes.
La monarquía cae en el pozo del desprestigio, entre otras cosas, porque el pueblo intuye que la monstruosa corrupción que nos ha llevado a la miseria ha podido crecer como la hiedra gracias al paraguas de los Borbones. ¿Se puede esperar algo de una dinastía que tuvo a Fernando VII como líder en el siglo XIX? ¡Vaya genes, oigan! A la vista de todos está la degeneración mal disimulada de Juan Carlos, el sucesor en la Jefatura del Estado nombrado por Francisco Franco en el 67, a pesar de los esfuerzos realizados para moderar la crueldad de los chistes que sobre él hacía el pueblo y disimularlos “cariñosamente” en los medios de comunicación. Posiblemente el maridaje con la periodista pretendía que entrase algo de aire limpio en la sala corrupta de los mefíticos genes borbónicos. Quien sabe…
Pero el resultado del paripé es el ridículo. Felipe hace el ridículo tomando como enemiga a su hermana, pretendiendo alejarse de su propia sangre, desmentido por su madre que se chotea a las puertas suizas del hogar de la Infanta (siempre Suiza). Felipe hace el ridículo, entre otras cosas, porque el gesto, además de innecesario, es sobreactuado. Como si un elefante quisiera convencernos de su ligereza dándole un pisotón a una hormiga: un contrasentido. O se es Rey, o se es un villano: y Felipe ha escogido lo segundo.
Felipe hace el ridículo, digo, también porque su gesto hacía su hermana carece de ejemplaridad (que es precisamente lo que busca). Y carece de ejemplaridad porque, en caso de ser cierta su intención, no sería más que el acto de un déspota que, además, niega lo que su padre otorgó. Carece de ejemplaridad porque es el acto de un abusón: el puede hacer lo que le venga en gana, ¡para algo es el rey! El poder absoluto, mal disimulado, de la Jefatura del Estado que nos dejó Franco se muestra en estos actos excepcionales: ¿acaso alguien ha olvidado que en el 81 el Golpe de Estado Militar sólo se retiró cuando lo ordenó Juan Carlos? Si eso no es tener poder, que venga dios y lo diga… Felipe comente un abuso para las mentes sencillas: un acto de propaganda que sólo tiene como receptores pasivos a quienes no se plantean la divinidad y lo guapo que es el rey. En definitiva, busca el apoyo de los simples pues en otros ámbitos intuye que le queda poco que rascar.
Solo se me ocurre algo tan ridículo sucedido recientemente; y, convendrán ustedes conmigo, que eso, en esta piel de toro del esperpento es decir mucho. El viaje de Felipe Gonzalez a Venezuela, con el fin obvio de hacer campaña contra Podemos, que ha terminado siendo un insulto realizado por este tipo en nombre del estado español -al que representa en calidad de ex presidente del gobierno y miembro del Consejo de Estado- dirigido a todos aquellos que padecen opresión de dictaduras amigas como Egipto, Marruecos, Irak, Arabia Saudí, Kuwait, los Emiratos Árabes y tantos otros horripilantes regímenes en África y Asia con los que tiene excelentes relaciones y donde unas elecciones como las que se suceden en Venezuela están vetadas (tan buenas relaciones como las que tienen los Borbones, por cierto). Ahí, Glez, ha hecho el mayor de los ridículos y lo ha colmado con su espantada final, saliendo por patas del país. Le han recordado desde la Corrupción del Pelotazo al Gal, desde la patada en la puerta a la sumisión de nuestros aeropuertos a las naves que llevan secuestrados de la CIA para ser torturados impunemente en las cárceles “secretas” que hay en esos países amigos (amigos de los Borbones, de Glez y de la cia, no de sus pueblos a los que someten cruelmente). Le han recordado, en definitiva, su sumisión a los poderes fácticos, al neoliberalismo protector de oligarquías, a los banqueros y a las multinacionales que hoy le pagan el sueldo. Le han recordado su indignidad. O, dicho de otra manera: le han recordado que los restos de su dignidad yacen bajo la cal viva del terrorismo de Estado que amparó Mister X.
En fin, que terminamos una semana en la que hacer el ridículo ha sido el denominador común de los Felipes y las altas instancias del Estado español.
Quizás algún día, cuando esto vuelva a ser una república, podremos juzgar a nuestros jefes de estado y a nuestros presidentes de gobierno como ocurre, por ejemplo en Francia o en Estados Unidos.
Aquí, de momento y mientras no se convoque un referéndum que nos deje votar la monarquía -y botarla, también- la corrupción el ridículo andarán parejos bajo la sombra protectora del reinado de los Borbones.

EL PODER DE LAS PALABRAS

LAS PALABRAS SON UN ARMA: HOY SE USA CONTRA LOS CIUDADANOS.

LAS PALABRAS SON UN ARMA: HOY SE USAN CONTRA LOS CIUDADANOS.

El Poder de Las Palabras.

Debo haber perdido el norte hace tiempo. Yo creía que la democracia, nuestra democracia, era al menos el mejor sistema posible. Así se afirma habitualmente ¿no es cierto? Con este razonar nos imbuyen desde que tenemos edad para juzgar asuntos de este cariz. Así, cuando se evidencian los defectos del sistema (la injusticia de la justicia de “pago”, la pervivencia de la miseria que afecta a tantos, los abusos de quienes detentan la violencia legal, el apoyo a despiadados regímenes dictatoriales, la promoción de la guerra en tierras extranjeras, la gran desigualdad social en nuestra patria, etc.) nos dicen que son los defectos inevitables del mejor de los sistemas políticos “posibles”. Lo que nos dicen, en realidad, es que cualquier otra alternativa es imposible.

Otrosí, ¿no habéis escuchado nunca a alguien decir que no hay alternativa al capitalismo, pues ha existido siempre? ¿Cuánta gente cree a pies juntillas que el capitalismo ha existido “siempre”? Piensan: “había moneda y comercio, luego había capitalismo”. Es decir, para ellos -ignorantes sobre historia de la economía- el Egipto de los Faraones, La Persia de Darío, La Grecia de Esparta, La Edad Media europea, la China de los Mandarines, y otros muchos, eran “capitalistas” pues había moneda y comercio. De hecho moneda y comercios los había hasta en la URRS. Un pueblo ignorante tanto en historia como en economía, traga con cualquier consigna simple como la mentada: ¿hay comercio y moneda?… luego hay capitalismo. Algo que a nadie en ámbitos ligeramente cultos se le ocurriría afirmar sin sonrojo, pasa a ser una “verdad” vendida por casi todos los medios y la mayoría de políticos (afines al capitalismo y las ideologías que lo sostienen).

Se inculca una falacia desde muy temprana edad a través de los mismos colegios -sumisos a la versión oficial de las ciencias sociales-, a través de los mass media cuasi monopolísticos, incluso a través del “arte” de consumo (desde las series de la Fox a los dibujos animados más tiernos). Se fomenta la idea de la presunta universalidad del sistema capitalista desde la ideología oficialista, inserta en todos los medios. Cualquier otra opinión es ignorada o satirizada “agudamente” por la farándula paniaguada de los mismos.

Como decía, la presunta ahistoricidad del capitalismo no es más que una chusca falacia para el consumo del ciudadano semiaanálfabeto por su peso en cualquier ambiente mínimamente culto (incluidos quienes lo propagan tapándose la nariz); aunque, fuera de éstos, siga siendo tabú. Obviamente, hay una intencionalidad en tan peculiar –y extendida- interpretación de la Historia. Lo que se pretende es que, cualquier crítica que proponga una alternativa al sistema de poder establecido, nos parezca inmediatamente “imposible” pues no la vemos realizada en el mejor de los sistema “posibles”. Así, cualquier propuesta que se dirija a terminar con las injusticias obvias instaladas en nuestras sociedades, será tachada, enseguida, de utópica. Claro que, cualquiera que se pare a pensar cinco minutos, entenderá que si los antiguos hubiesen pensado de tan conservadora manera, aún vestiríamos pieles y viviríamos en cavernas.

Lo que me sorprende más es cómo, personas con mayores conocimientos de historia y teoría, aceptan que el error se extienda como una mancha de aceite a todas las capas de la sociedad. Si se pretende hablar con rigor de estos asuntos fuera de ámbitos académicos, se nos tildará de utópicos, como ya he dicho, o de algo peor: de “intelectuales” lo que empieza a ser considerado un insulto, que se aplica a quien pretenda llevar este saber fuera de los más estrictos limites del ámbito universitario o cultural. Lo que les ocurre a los “intelectuales” es lo mismo que le ocurre al León del Zoo.: mientras permanezca en su recinto, es un bello animal del que presumir ante los visitantes; pero si escapa de su cárcel y sale a la calle, deja de ser un bello León, y se convierte en una “fiera”.

Las palabras, las palabras…

Las palabras se han convertido, finalmente, en las verdaderas guardianas del orden establecido, del pensamiento único al que es sometida la masa encefálica ciudadana común (esa que ha llegado a tal degradación que se siente orgullosa de llamarse a sí misma clase media: la mediocridad elevada a virtud…) Su manipulación ha transformado nuestra visión del mundo y nuestra historia. En el ejemplo de los intelectuales, que antes citaba, es sangrante cómo funciona: ¿Quién preferiría dejar de ser llamado “intelectual” y respetable académico, para ser una “fiera utópica” o un demente? ¿Quién quiere ser ridiculizado y descuartizado en el circo mediático? Nadie, o casi nadie. Las palabras han instalado el reino de la puerilidad en la cultura mediática; que es, con mucho, la mayor parte de la cultura existente. Que los medios de comunicación estén concentrados en manos de grandes corporaciones capitalistas les ha permitido manipular impunemente el lenguaje -que es tan maleable- y, con él, la visión del mundo del ciudadano medio. De ahí, que ya casi todos creamos a pies juntillas que el sistema “capitalista” ha existido “siempre”. Claro que los faraones eran capitalistas ¿pues no tenían mucho oro, acaso?! Y no te digo los señores feudales, con tantos doblones, de oro también, guardados en sus arcas con los que comprar cuanto que quisieran. Y ¿qué decir de los Mandarines, tan “capitalistas” ellos? En fin…

Todavía recuerdo el asombro que sentí cuando, en los años anteriores a la caída del muro de Berlín, empezaron a usar el termino “la derecha”, de pronto y en todos los medios de comunicación, cuando se referían al del Partido Comunista ruso. Y lo más curioso es que quienes calificaban de “derecha” a los comunistas, eran los medios que habíamos sabíamos de derechas de toda la vida. Imaginad lo curioso que era ver –por poner un ejemplo- a un periódico propiedad de un conde , tildar de derechas a Stalin, Lenin, Mao, o Ho Chi Min, era el caso de la Vanguardia del conde de Godó, o el monárquico ABC. Y lo más curioso fue comprobar que los demás medios siguieron esa tergiversación tan burda del lenguaje, incluso los medios que se llamaban de izquierdas. ¿De izquierdas? Esos medios ya pertenecían o se habían convertido en grandes corporaciones capitalistas o nacieron a la sombra de las mismas cuando el Régimen debió realizar su lampedusiano cambio (como muestra un botón: El País, ese periódico fundado por un senador de designación real en 1976, es decir por el sucesor designado por El Caudillo para sucederle en la Jefatura del Estado en la reforma de la Ley de Sucesión de 1967… ¿de izquierdas?, pues tanto como el PSOE o el bien pagao consejero millonario de Gas Natural sr. González…). El resultado, al pasar unos años es el siguiente: todo aquél que ataque el capitalismo y las injusticias que perduran en los sistemas opulentos de occidente, son tachados de utópicos y de “derechistas”, cuando no de … ¡fascistas!. De hecho, paseando por los blog de economía, en los que participa la “inteligencia” masterizada del sistema –esos incultos que exhiben un MBA Eada, Iese o similar, con el OPUS o los jesuitas detrás- es frecuente ver como se pone en el mismo fiel de la balanza a Franco y a Hitler, que a Stalin o a Mao. Esto, que hubiese levantado las más estruendosas carcajadas en las gentes que vivieron en aquellas épocas, se lo creen, ahora ya, a pies juntillas nuestros jóvenes y no tan jóvenes conciudadanos. El poder de la palabra, ya ven, contra la historia…

¿Cuánto tiempo hace que no veo defender una simpleza histórica como que frente al auge de los comunistas y los socialistas (los de entonces que nada tienen que ver con estos engendros de mercado como el PSOE), las clases burguesas y capitalistas, promocionaron a los partidos fascistas para hacerles frente. Los Nazis, el Fascio Italiano o la Falange Española tenían como enemigos a los sindicatos obreros, a los partidos comunistas y a cualquiera que fuera contra el capital y la tradición (pues no era entonces posible separar ambos). El nacional-catolicismo que sufrimos en España durante 40 años, y que está instalado hoy mismo en el gobierno, es un ejemplo más de ello. Que el monstruo se les fuera de las manos, no quita que cumplió perfectamente la función de aniquilar a los enemigos de la tradición y del capital. A nadie se le hubiera ocurrido entonces decir que Stalin o La Pasionaria eran de derechas. A excepción de algún payaso que buscara causar la hilaridad con sus ocurrencias.

Meterlos a todos en un mismo saco indica, además, la mala conciencia de quienes fomentaron aquellos despiadados regímenes. Y, también, su intención de engañar al ciudadano. Y lo han conseguido. La capacidad de alterar el lenguaje ha demostrado su inmensa capacidad para alterar nuestra mente y, sobretodo, de reducir nuestro sentido crítico. Así, cuando nuestros gobiernos promueven guerras con evidentes fines económicos o energéticos, cuando mantienen magnificas relaciones con tiranos que oprimen despiadadamente a sus pueblos, cuando financian o facilitan el acceso a cárceles secretas donde se practica sistemáticamente la tortura, cuando dedican a unas Olimpiadas el dinero que bastaría para reducir el hambre en países enteros habitados por razas y culturas que no coincide con la suya, cuando observamos todo eso y más, resulta que somos incapaces de “ver” lo obvio: que nuestros gobiernos usan los mismos métodos que los nazis cuando les conviene. Tortura, exterminio, racismo… solo que apenas existen, porque los medios de comunicación los banalizan cuando los realizan los “nuestros”… y los magnifican si son otros quienes los usan o lo parece.

Las guerras las ganan quienes matan mejor, quienes eliminan con mayor eficacia a sus enemigos. Esos son generalmente los que, además de los medios, adolecen de una mayor escasez de escrúpulos. ¿Quién ganó las dos últimas guerras mundiales? ¿Quién se repartió el mundo de la descolonización? ¿Quién eliminó mejor a sus opositores, tanto dentro como fuera de sus fronteras? ¿Quién dedica la mayor parte de sus recursos a la guerra, la tortura y el exterminio? ¿Quién impone su lengua en el Orbe?

¿Quién es el dueño actual de las palabras?

Que tengan ustedes un buen día.